Siente, baila y vive



De la boda de la heredera del imperio Inditex ha trascendido casi todo: cuatrocientas invitados, tres celebraciones, varios chef de estrella Michelin, cantantes de los que hacen "conciertazos", cuatro "trajazos" exclusivos de Valentino, el vuelco de un club hípico hacia un bosque encantado...



No sé lo que pensaría Marta Ortega pero para los amantes de lo bello -y de las fiestas- fue un verdadero lujo que el propio Pierpaolo Piccioli, director creativo de "La Maison" fuera contando, con todo lujo de detalle, lo que se "cosía" en la boda del años desde que se bajó del avión en A Coruña.  Vimos como volaba acompañado de sus cinco primeras espadas para vestir a la novia para el Sí, quiero.


Un dos piezas, que firmaba Piccioli, donde la falda tomaba forma sobre un tejido con cuerpo, alguna tabla y una costura central que hacía simétrica la prenda con bolsillos disimulados que acentuó la novia en sus posados. El cuerpo vaporoso, con alforzas que ocultaban el pecho pero dejaban entrever el lateral. La transparencia velaba los brazos llegando hasta los puños para resaltar la belleza de las muñecas que se mantendrían libres hasta que las piedras preciosas dieran forma a un bello brazalete, pero eso llegaría en el momento en el que cayera el sol y los invitados no se limitaran a la familia más cercana. Respecto al tocado se ha dicho de todo. Hay quien lo encontraba romántico y sencillo, otros  pobre y demasiado discreto, otros sin embargo lo consideran propio y especial, aunque si nos ponemos a ser realistas la idea del recogido desenfadado que ofrecía el boceto hubiera sido un acierto.





Después de ver las fotos oficiales, en pareja y sola, llegó el momento de la noche. Sorprendía porque mientras ella iba de smoking, él, Carlos Torreta, aparecía casi descamisado, pero como este post va de  los estilismos de ella podemos asegurar que el resultado fue fantástico. El smoking queda bien a todas, desde las que son más clásicas hasta las que son más modernas -y si no acuérdate de Cara Delevigne en la boda de Eugenia de York-. La chaqueta con las solapas brillantes combinada con la camisa de organiza transparente es un acierto. El pelo recogido con este tipo de trajes crea armonía en el estilismo, dando cierto aire masculino pero sobre todo porque logra un toque bastante sensual. Por su parte los pantalones culote rompen la armonía que celebrábamos con el peinado. El calzado que piensa ser un stiletto con el acetato transparente son tendencia, y no solo de la realeza.


Cuando todos los medios se cebaban diciendo que prácticamente ya estaba todo visto, elegancia y sociedad dieron varios titulares, hasta Hola cerraba la edición especial, lo mejor estaba por llegar, pues el Real Club Náutico era un bello espacio pero el bosque encantado dejaba sin palabras a todos los que lo vivimos a tiempo real. Los invitados por los novios que se acercaron a A Coruña y los que lo hicimos desde casa, enrollados en una manta, a través del instagram de @pppiccioli con notificaciones cada vez que subía una storie.



El dress code indicaba que en la segunda noche se exigía etiqueta. La novia se merece que nos centremos en las maravillas más maravillosas. Arranca con ese vestido bañado de lentejuelas, que parecían crear la piel del ángel más celestial para moverse a cada paso, y eso que no se dejó ver completo a la salida del coche pues el abrigo largo y clásico ocultaba aquel patronaje delicioso. Cubierta hasta el cuello -escondiendo lo que simulaba un cuerpo lencero- la espalda hacía el juego perfecto con asillas cruzadas en la parte más baja de la espalda, mientras la falda parecía creada para moverse al ritmo de Nora Jones -seguro que eso lo pensó el diseñador de la obra-



Cuando ya nada lo podía superar la novia aparece envuelta en la magia de un rosa profundo que tintaba el moire con el dibujo pronunciado de las ondas, en un "strapless" suelto, mágico, sin miedo a los volúmenes como si las nubes hubieran bajado a arroparla. Digan lo que digan ella era consciente que aquel era "el traje", la pieza con la que cualquiera soñaría pues viajaba entre el romanticismo, el riesgo, la felicidad, el amor y ante todo la realidad, una realidad que demuestra que no es princesa quien lleva la corona, es princesa quien lo siente, quien lo baila y quien lo vive.


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